Voto manual, voto electrónico y e-voto: aspectos problemáticos del voto electrónico
Resumo
La relación entre voto y democracia ha sido crucial desde las primeras instituciones democráticas. La voluntad de las mayorías difícilmente ha podido expresarse de otra manera que no fuera a través del voto. En sus distintas modalidades, éste ha estado presente en las diferentes manifestaciones democráticas en la historia política de la humanidad. Por eso es tan importante la fiabilidad del voto. Y es justo en el elemento fiabilidad donde más se tiene que decir respecto a las nuevas formas de votación. Tradicionalmente, el voto ha sido manual, lo que -cabe afirmar desde un principio- no ha alejado la posibilidad de fraude o, en menor medida, error. Es en ámbito de la fiabilidad donde mayores problemas ha causado la introducción de las nuevas tecnologías en el ámbito electoral. En una primera ojeada, resultaría extraño oponerse al voto electrónico. Estas dudas tienen directamente que ver con la fiabilidad de los procedimientos electrónicos. El voto electrónico es, seguramente, más cómodo, más rápido y más moderno. Pero ¿es más seguro? La comodidad, la rapidez y la modernidad del voto electrónico pueden competir con el consenso que se da, en los sistemas democráticos consolidados, son la fiabilidad del voto manual? Voluntariamente o por error, la ciudadanía considera que puede haber facilidades para el fraude electoral en el caso de uso del coto electrónico. La falta de confianza es el mayor argumento político contra el voto electrónico. Pero no es el único. Desde diferentes posturas se han alegado otras razones que prefieren apostar por el voto manual frente al electrónico, en cualquiera de sus manifestaciones y, todavía más, respecto al e-voto. La falta de presencia física del votante en las mesas electorales es considerado como un elemento que disminuye el grado de fiabilidad de las elecciones por cuando se considera que la seguridad en la identificación del votante desde la distancia, a través del procedimiento que fuera, es más vulnerable que en el caso de su presencia física, que se requiere tanto en el procedimiento de voto manual como en el de voto electrónico con presencia del elector. Es justamente este aspecto el que debilita las posibilidades de implantación del e-voto, incluso en países punteros tanto en tecnología como en su uso en los procesos electorales; el e-voto hoy en día no se concluye más que en determinados ensayos, pero todavía no es considerado seriamente como una opción en la mayoría de los países. Lo que sí parece insalvable en estos momentos es la necesidad de que el voto electrónico deje un rastro de papel, y que éste sea depositado en un recipiente. Cualquier tipo de auditoría posterior de las elecciones realizadas a través de voto electrónico requiere de la constancia impresa. Un control de la voluntad del electorado sin esta constancia sería muy complicado y, desde luego, poco fiable. Se trata, por lo tanto, de un requisito del que no pueden escapar los procedimientos electorales informatizados.