El Estado y las organizaciones de la sociedad civil en la gestión de las políticas sociales : ¿relaciones peligrosas o el inicio de un diálogo auspicioso?
Resumen
Se examinan las nuevas relaciones establecidas desde la década del ochenta entre el Estado y la sociedad civil y se comentan sus fundamentos, sus motivaciones y los estilos de intervención que ellas determinan. Se discute la legitimidad de la acción estatal y el posible establecimiento de vínculos de dominación, y se estiman las potencialidades y los peligros de esta situación. El modelo socioeconómico actual, delineado por el ajuste estructural y las políticas neoliberales, comporta una profunda transformación de las relaciones entre el Estado y la sociedad. El Estado se retira parcialmente de la escena, y en su lugar la sociedad civil aparece motorizando acciones y respuestas en áreas y funciones que antes eran ocupadas por el Estado. Por su parte, las relaciones sociales son reguladas por la lógica del mercado, en espacios anteriormente considerados como públicos. Simultáneamente y en forma un tanto paradójica, se asiste al establecimiento de nuevas vinculaciones entre el ámbito estatal y las organizaciones de la sociedad civil, que cuestionan los límites tradicionales que separaban las esferas públicas y privada. Así, las nuevas relaciones están pobladas por un conjunto de contradicciones que impiden que se las considere como un proceso homogéneo, unilateral y acabado. La acción de las organizaciones de la sociedad civil en política social no es nueva. Lo innovador consiste en que en los últimos tiempos estas organizaciones se vinculan con el Estado para desplegar prácticas de asistencia y desarrollo social. En esta interacción, ambos actores se modifican, en razón de las distintas lógicas con las que intervienen en el juego y como resultados de las distintas transacciones operadas en el transcurso del mismo. Las nuevas relaciones entre actores estatales y no estatales comportan potencialidades y peligros. Algunas reflexiones llevan a aceptar que la adopción de nuevos instrumentos para el gerenciamiento de los programas sociales no sólo se remite a un problema de eficiencia económico-administrativa, sino que debe ser reubicada en los términos de la tradición en políticas sociales en América Latina. Por otra parte, la cuestión tiene que ver, además, con la resignificación y la reformulación de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil. En estas circunstancias, es lícito plantear la interrogante acerca de si las nuevas relaciones significan para la organizaciones sociales desafíos crecientes por mantener su autonomía, y por eso la connotación de peligrosas. O considerar que, por el contrario, se asiste al comienzo de un diálogo fructífero y creativo entre actores con lógicas diferentes pero no incompatibles. Se concluye que la respuesta definitiva a estas interrogantes está subordinada a la capacidad que muestre cada uno de los actores participantes en el proceso. La posibilidad de que se establezcan relaciones igualitarias entre el Estado y la sociedad civil dependerá de una distribución más o menos simétrica de los capitales diversos que están en juego. C.S.