Descentralización fiscal y financiamiento del desarrollo municipal: la mala experiencia mexicana
Resumen
De acuerdo con la teoría de la descentralización, ésta última ofrece grandes beneficios políticos, sociales y económicos a los países que deciden adoptarla: fortalece la democracia al acercar la toma de decisiones al ámbito donde ciudadanía y autoridades pueden tener mayor interacción; por eso mismo, esas autoridades pueden responder de manera más eficaz a las demandas de su población, ya que conocen de primera mano sus necesidades; y derivado de ello, son quienes pueden ejercer los recursos públicos de manera más eficiente. Sin embargo, los procesos de descentralización fiscal en América Latina, en general, no han obtenido hasta el día de hoy los resultados esperados. El caso mexicano es particularmente revelador sobre las consecuencias que pueden derivarse de un proceso de descentralización fiscal mal diseñado. Iniciado en 1980, con la puesta en marcha del Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, su primer resultado fue el debilitamiento de la autonomía fiscal de estados y municipios, los que con el tiempo se volvieron casi completamente dependientes de las transferencias federales. Paulatinamente se evidenciaron otros graves problemas tales como la falta de estímulos para el eficaz aprovechamiento de sus ingresos propios, el escaso margen para que los municipios decidan cómo invertir los recursos federales; la mala calidad de su gasto, ya que dedican la mayor parte de sus presupuestos a gasto administrativo y muy poco al gasto de inversión; la concentración del poco presupuesto de inversión en las cabeceras municipales, en detrimento de las comunidades más marginadas; por mencionar solo algunos de ellos. El objetivo de la ponencia es analizar las condiciones que enfrentan los gobiernos municipales en México y las implicaciones que ello tiene en el desarrollo del país.