La formación en evaluación como herramienta para el fortalecimiento de una gestión pública transparente y participativa
Abstract
Se ofrece un análisis sobre las necesidades de formación de recursos humanos en evaluación en la etapa actual que está transitando América Latina y algunas líneas para darles respuesta. La región está viviendo procesos de profunda transformación que tienen, como uno de sus rasgos centrales y fundamentales, el fortalecimiento del rol del Estado, la recuperación de la actividad política y la dinamización de la sociedad civil. Se está viviendo una etapa refundacional de políticas públicas, muchas de las cuales están apenas esbozadas sin tener un modelo acabado de implementación. En este marco, se resalta la necesidad de contar con una evaluación que resulte funcional a la gestión y deliberación pública y útil para la toma de decisiones. Deben cumplirse al menos dos condiciones: que sea pertinente y relevante y que el conocimiento producido sea apropiable por los protagonistas de la política pública. En relación con lo primero el desafío es conocer en profundidad los cambios políticos y de gestión gubernamental a fin de poder respuestas adecuadas a las demandas de conocimiento y aprendizaje. En cuanto a la apropiabilidad del conocimiento, es necesario que el proceso evaluativo tenga carácter participativo, construyendo vasos comunicantes que garanticen la validación y la retroalimentación permanente. Posteriormente se aborda el tipo de formación en evaluación que es necesaria en nuestros días. Se toman como referencia las capacidades con las que se debe contar en cada momento del proceso de evaluación, las cuales se van enunciando conforme a la siguiente secuencia: planteamiento, diseño, programación, trabajo de campo, procesamiento de la información, análisis y comunicación. Así, el equipo de evaluación debe reunir capacidades relacionadas con el desarrollo de la investigación y el manejo de metodologías, pero también capacidades políticas para la negociación y la interpretación de las perspectivas de los diversos actores involucrados, habilidades para la planificación y la gestión de los procesos evaluativos, un manejo del análisis en el que se combinen aspectos racionales e intuitivos y finalmente, capacidades comunicacionales. En relación con la ética del evaluador, la formación debe coadyuvar a garantizar el cumplimiento de los siguientes requisitos: la explicitación de sus propios valores y la explicitación de su relación con los valores que sustentan la política pública a evaluar, el respeto por las opiniones de los diversos actores, la privacidad en el manejo de la información y la decisión de no ejercer ningún tipo de manipulación. En cuanto a las modalidades de capacitación y el entramado institucional de la formación, se destaca la necesidad de establecer acuerdos entre los ámbitos académicos y los de gobierno, de combinar formación teórica con actividades prácticas en el marco de procesos de asistencia técnica, de utilizar metodologías de taller, y de aprovechar al máximo las potencialidades que ofrecen las redes.