Subjetividad estatal: de la demanda a la responsabilidad
Resumen
Este trabajo intenta construir un argumento a partir de la interpretación de nuestra situación política como situación fragmentada. Fragmentación significa, en este contexto, no sólo el fin del Estado de Bienestar, sino también el retroceso de antiguas y poderosas identidades político-partidarias y asimismo el desprestigio de la actividad política. Este desprestigio, sumado a la desarticulación del papel otrora central del Estado en lo relativo a la producción de significados sociales vinculantes, produce condiciones de afección problemáticas para los agentes públicos. Es esta dimensión subjetiva o de subjetivación que nos interesa principalmente. En rigor, según nuestro punto de vista, la pérdida de centralidad antes mencionada y la debilidad relativa del Estado frente a las consecuencias de la circulación prácticamente indiscriminada del capital financiero y de la información, así como frente a fenómenos como los desastres ecológicos, no exime a la autoridad política de la responsabilidad que conlleva toda autoridad. El escenario es complejo: más competidores, menor capacidad de control e igual (o mayor responsabilidad). Si bien estas condiciones no se eligen, la subjetivación, como todo proceso de construcción, implica un relacionarse con, un hacer algo innovador con los datos de partida. A esta caracterización de la situación del Estado como aparato jurídico-objetivo, que podría universalizarse sin grandes objeciones, se suma en el caso argentino un sentido común anti-estatal, una desconfianza apriorística respecto de lo estatal. Se trata de una creencia férreamente instalada en la moral media de la población, la cual, naturalmente, constituye también el reservorio para la autocomprensión de aquellos ciudadanos que ofician de agentes públicos. Quedaría así formulado nuestro horizonte temático: a partir de qué operaciones se hace posible habitar el Estado en condiciones tan difíciles, es decir: cómo se inventan configuraciones subjetivas para estar a la altura de nuestra compleja situación histórica. A esa invención o producción simbólico-discursiva la denominamos ética. Para articular conceptualmente esta problemática se procede de la siguiente manera: en primer término se piensa la conjunción del discurso ético y la ocupación del Estado. Para poder realizar esta tarea se apela a una definición esquemática del discurso ético compatible con la actividad política y la actividad estatal. A partir de lo anterior se muestra que el discurso antipolítico instalado en los agentes del Estado argentino (que en general no se piensan como tales) hace de éste un lugar inhabitable. Por último, se plantean las líneas directrices de un discurso ético (a construir) afín a una subjetividad estatal en condiciones de fragmentación.