Pobreza y gobernabilidad en el marco de la globalización : retos de la democracia latinoamericana
Resumen
El marco de la discusión a que nos convoca esta reunión se distorsiona si se centra sólo en las relaciones cuantitativas entre el avance o la disminución estadística de la pobreza -cuya definición y caracterización abre de por sí un importante debate- y los avances concomitantes de los procesos inducidos por la internacionalización de las economías nacionales. Lo que no está en tela de juicio es que esa internacionalización, identificada con la supremacía del mercado, la amplia y acelerada apertura comercial, la libre circulación de factores y productos (pero no la de personas), no está cumpliendo sus promesas de conducir, por su sola adopción, a persistentes disminuciones de la pobreza que aflige a nuestras sociedades. Y sí resulta evidente que la desigualdad económica, una de las caras salientes -pero no la única- de la desigualdad a secas, está aumentando en relación directa con el avance de la globalización, tal como ésta se ha estado imponiendo. Pobreza y desigualdad no son una novedad en la región, como no lo son tampoco los múltiples intentos en la región por combatirlos, por lo menos desde que nuestros países alcanzaron su independencia. El contexto actual, sintetizado en la globalización y la revolución informática, presenta nuevos desafíos y oportunidades para retomar ese combate, que incorpora nuevos objetivos de igualdad y no discriminación en materia de género y de etnias, con el agregado de una dimensión que no había estado presente en la región con la fuerza que tiene ahora: la existencia y desarrollo de sistemas democráticos en la inmensa mayoría de nuestros países. La consideración conjunta de todos estos elementos obliga a reconocer que la persistencia y en ocasiones el agravamiento de las estructuras de pobreza y de inequidad puede afectar -y de hecho existen síntomas de ello- la gobernabilidad de nuestros países, entendida a modo de síntesis como el funcionamiento de los acuerdos políticos esenciales que enmarcan la convivencia y desarrollo de una sociedad nacional y que permiten avanzar en el bienestar del conjunto de sus habitantes. En un sistema democrático, la gobernabilidad requiere que en los acuerdos políticos que la enmarcan y orientan, la participación ciudadana -manifestada directamente y a través de partidos políticos y movimientos sociales- sea cada vez mayor y más informada. Pero la pobreza y la desigualdad conspiran contra la universalización de esa participación, y esos efectos negativos, entre los cuales destaca la exclusión de los grupos menos favorecidos, se potencian con aquellos elementos de la globalización que afectan a la cohesión social en nuestros países. Entre estos elementos no es de menor importancia la crisis de expectativas que se está produciendo en muchos ámbitos, al ampliarse la brecha entre aspiraciones y cambios reales en su situación, y la cultura económica transfonteriza que enseña a privilegiar el beneficio personal por sobre la solidaridad social. En estas circunstancias los retos que enfrenta la democracia latinoamericana pueden resumirse en la búsqueda, construcción y revisión permanente de equilibrios dinámicos entre el papel del Estado, el del mercado y el de la sociedad. El propósito de estos equilibrios, entre otros, es el de perfeccionar el sistema democrático, valorar la cohesión social y alentar la participación ciudadana, de modo que los elementos positivos de la globalización resulten efectivamente portadores de mejoras en el bienestar material de todos los grupos sociales, resultado este último que requiere necesariamente de una presencia pública activa. En este panorama, el papel de los Parlamentos de los países de la región es creciente. En el plano de cada nación, los procesos de profundización de la institucionalidad democrática, entre los cuales destaca la necesidad de alcanzar una mayor legitimidad de los representantes populares democráticamente electos, deben conducir a una mayor presencia de sus Congresos, que por su parte se gana demostrando una mayor capacidad para traducir, a través de la actividad legislativa y de controles adecuados de la acción pública, la retórica de los programas en estrategias reales que interpreten las aspiraciones sociales, políticas y económicas de la ciudadanía. Y en la región, la reunión de los Parlamentos latinoamericanos representa la posibilidad real de constituir un foro que da cauce a la ciudadanía latinoamericana para confrontar soluciones, mostrarse en su diversidad y en sus convergencias y señalar, unida, que la pobreza y la desigualdad no son irremediables, y que su superación garantiza la continuidad de nuestras democracias.
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