Capacitación política para enfrentar los desafíos de la gobernabilidad

Abstract

El trabajo intenta delinear los nuevos perfiles de un mundo que va cambiando su rostro y, a partir de esto, explica la necesidad que tiene la clase dirigente de adecuar sus saberes y conocimientos a través de una capacitación constante.

Roto el paradigma moderno; quebrado el bloque histórico que se inicia con la Revolución Francesa y finaliza (¿finaliza?) con la caída del Muro de Berlín, todo está en mudanza. La sociedad de masas se ha fragmentado y la demanda se multiplica.

Ni la dirigencia política ni la administración estatal han podido encajar el golpe y se debaten entre viejas teorías que no pueden dar respuesta a la nuevas realidades y huidas hacia delante "con los ojos ciegos bien abiertos", como canta Carlos "El Indio" Solari, poeta y líder de una banda de rock argentina llamada Los Redonditos de Ricota.

En el maremagnum de reclamos, debates y discusiones, la capacitación política aparece como una herramienta de pensamiento y, también de gestión, que ofrece algunas respuestas: diagnóstico las más de las veces certero, método para una paxis adecuada e instrumentos para el abordaje de las cuestiones, tanto las urgentes como las trascendentes.

Y aparece con distintas dimensiones, todas aplicables, todas fáciles de probar y comprobar.

No con la jerarquía de esa teoría política que se presenta como ciencia enigmática con características cabalísticas que hacen de ella una cuestión para pocos iniciados, sino como instrumento apto para que los distintos niveles de dirigencia puedan desatar la tremenda potencia contenida en la sociedad.

Una capacitación política que lejos de ofrecerse como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, se constituye en un proceso de propia conciencia política dirigido a la comprensión del mundo que ha de transformar y constatado en la acción que conlleva dicha transformación.

Partiendo de la idea de que el Estado se gestiona y no se gerencia, la oferta se presenta con el formato de una suerte de caja de herramientas políticas cuya eficacia dependerá tanto de las capacidades de liderazgo de quien las utilice como de la oportunidad y conveniencia de ser utilizadas en determinado tiempo y espacio.

El desafío, entonces, es el de ampliar las propias capacidades de los funcionarios a la vez que permitirles adquirir nuevas destrezas para que hagan un uso correcto de ese bagaje herramental, tan hijo de la época y de los avances tecnológicos y sociales como de la propia voluntad, decisión y compromiso de quienes conducen el proceso de cambio que vive la sociedad.

En síntesis, la propuesta es volver a "hacer política", porque la política se hace o se padece. Poner a los caballos delante del carro para que la construcción y la decisión política vuelvan a ser el motor de la historia.

Un motor afinado a los tiempos que corren pero fundamentado en un esquema de valores, doctrinas e ideologías irrenunciables de los que el hombre nunca podrá desprenderse si el norte sigue siendo la dignidad y la alegría de los pueblos.