Evaluación de proyectos de seguridad pública
Abstract
No es posible llevar adelante Proyectos de Seguridad Pública eficaces y eficientes, si no se evalúan los resultados de su aplicación. Buscamos centrar nuestro análisis en los componentes de metodologías adecuadas para la evaluación de Proyectos de Seguridad Pública. Una oportuna evaluación contribuye elevar la eficacia y la eficiencia mediante un incremento de la racionalidad en el diseño y ejecución de los proyectos de este área temática en particular, identificando problemas, seleccionando alternativas de solución, y previendo sus consecuencias. Detallamos cuestiones metodológicas de la evaluación de impactos, analizando elementos de causalidad y aspectos relacionados con la medición. La evaluación es un elemento intrínseco de cualquier actividad de planificación. Sin embargo, la práctica muestra una situación diferente. Dentro de los Proyectos de Seguridad Pública es una actividad infrecuente, por no decir excepcional. Intentamos describir, o enumerar, los elementos necesarios para una adecuada Evaluación de Proyectos de Seguridad Pública. El sentido de la evaluación abreva en dos fuentes con posturas opuestas. La primera niega la utilidad de este mecanismo, la segunda la eleva a una condición que la convierte en una suerte de "solución mágica" a todos los problemas que pudieran surgir. La evaluación no es un fin en sí misma y tampoco resuelve todos los problemas. Permite aumentar la racionalidad durante el proceso decisorio, optimizando el uso de los recursos disponibles, al plantear cuáles son las alternativas de resolución y prever las consecuencias de su implementación. Podemos acordar en los beneficios de la Evaluación de los Proyectos de Seguridad Pública y, en los casos en que se practica, en que es una actividad que enfrenta numerosos problemas y cuestionamientos. Siendo así, ¿siempre debe evaluarse? En algunos casos parecería que no. Por ejemplo, cuando ya se tomaron todas las decisiones del proyecto y al mismo tiempo esto imposibilita realizar un proceso de retroalimentación que corrija los desvíos derivados del proceso de evaluación. Tampoco debería realizarse si durante el proceso de planificación se han establecido objetivos excesivamente ambiguos, lo que impediría su evaluación. Lo que de algún modo "tipifica" a la evaluación es que es un tipo de análisis inmerso en un contexto de poder (ámbito político). Como consecuencia de esto surgen dos cuestiones: a) debe concentrarse en aquellos aspectos que hacen a la aplicación de políticas y programas, y b) si se realiza "correctamente", propondrá modificaciones que pueden ser consideradas como una amenaza a la estructura de poder establecida. Sin duda la evaluación no sirve para todo, la cuestión es "para qué y para quiénes". Se puede evaluar para: a) racionalizar el proceso decisorio o intentar justificarlo, b) modificar la estructura a cargo de la de implementación o para legitimarla, en sus existencia y sus funciones; o c) para buscar el punto óptimo de asignación de los recursos. Las decisiones sobre estos aspectos se encuentran sesgadas por el tipo y nivel de compromiso de los evaluadores. Por último mencionamos a "los costos de la evaluación". Si bien no hay un único método de evaluación, lo que si tenemos claro es que ninguno es simple o barato, pero, los beneficios en los que redundan, los convierten en "económicos" y, algunos aspectos no mensurables, como el factor "disuasivo" de su presencia, contribuyen a una mejor gestión de la cosa pública.